Cuando mi mentor me enseñó la diferencia entre adivinar y predecir
La arquitectura de las hipótesis científicas
Hay momentos en la vida académica que te marcan a fuego. Instantes que, por más que pasen los años, los recordás con una claridad asombrosa.
Para mí, uno de esos momentos clave fue una tarde, allá por inicios del 2000, en el Instituto de Anatomía Patológica del Hospital de Clínicas, acá en Asunción. Yo era un residente joven, lleno de entusiasmo —y, debo confesar, bastante inexperiencia—, y estaba a punto de presentarle mi primer proyecto de investigación a mi primer mentor: el Dr. Ramos.
Su oficina imponía respeto. Llena de libros, microscopios, láminas… el aire olía a formol y a café recién hecho.
Llevaba semanas trabajando en el protocolo, poniendo todo mi esfuerzo en cada sección. Pero la que más me costó, y la que sentía que definía todo, era la de las «hipótesis». Creía que había plasmado mis ideas de forma brillante, anticipando lo que encontraría en este estudio.
Llegó el momento. Le pasé el documento, con las manos un poco temblorosas.
Él lo tomó, se acomodó en su silla, y empezó a leer en silencio. Un silencio que a mí me pareció eterno. Observaba su rostro, intentando descifrar alguna señal, pero su expresión era indescifrable.
La única compañía era el tic-tac suave de un reloj de pared y el ruido lejano del hospital.
Finalmente, terminó de leer la sección de hipótesis. Dejó el documento sobre el escritorio, con una calma que me puso aún más nervioso. Se quitó los anteojos, me miró fijamente a los ojos, y con esa voz pausada, pero firme, que lo caracterizaba, pronunció unas palabras que, te juro, nunca más olvidé:
—Alcides, estas no son hipótesis científicas … Son esperanzas disfrazadas de metodología.
¡Uf! Sentí como si me hubieran tirado un balde de agua fría. ¿Esperanzas? ¿Disfrazadas? ¿Qué carajos …?
Yo estaba convencido de que lo que había escrito era ciencia pura, de alto vuelo. Esa evaluación, brutalmente honesta y directa, me dejó anonadado.
No estaba claro en ese momento para mí —pero tenía una confusión fundamental sobre lo que realmente es una hipótesis en el método científico. No era solo una idea de lo que esperás que pase, sino una predicción con fundamentos, con estructura, con la valentía de poder ser demostrada como incorrecta.
Ahora, en retrospectiva, es evidente que estaba «adivinando» con deseos, en lugar de «predecir» con rigor. Y el sacudón que recibí esa tarde, fue el punto de partida para entender qué hace que una hipótesis sea verdaderamente científica.
De «esperanzas» a hipótesis científicas
¿Qué distingue entonces a una verdadera hipótesis científica de una simple «esperanza» o suposición? Principalmente, cuatro componentes:
Carácter verificable. Una hipótesis debe poder someterse a prueba empírica. Debemos poder diseñar un estudio que nos permita recoger datos para ver si la hipótesis se sostiene o no. Mis primeras «esperanzas» a menudo eran tan vagas que no había forma clara de medirlas o contrastarlas.
Fundamentación teórica. Una hipótesis sólida no surge de la nada. Nace de un análisis crítico de la literatura existente, de teorías establecidas y de observaciones previas. Debe haber una lógica detrás de la predicción. Mi error inicial fue basarme más en lo que quería encontrar que en lo que la evidencia previa sugería.
Especificidad operacional. Los conceptos dentro de la hipótesis deben estar definidos de forma clara y, si es posible, medible. ¿Qué significa «mejorar»? ¿Cómo se va a medir esa «mejora»? Operacionalizar es traducir las ideas abstractas en variables concretas.
Potencial falsabilidad. Este es un pilar del método científico, popularizado por Karl Popper. Una hipótesis debe ser susceptible de ser refutada por la evidencia. Si no hay ningún resultado posible que pueda demostrar que tu hipótesis es incorrecta, entonces no es una hipótesis científica, es una creencia inamovible. Mis «esperanzas» iniciales a menudo caían en esta trampa: formulaciones tan amplias que cualquier resultado podría interpretarse como una confirmación.
Contrastar mis formulaciones iniciales (p. ej.: «Espero que este nuevo tratamiento sea efectivo contra el cáncer») con las versiones refinadas (p. ej., «el tratamiento X dará como resultado una reducción promedio del tamaño tumoral del 20 % en pacientes con cáncer tipo Y en estadio Z, comparado con el tratamiento estándar, medido a las 12 semanas tras el inicio del tratamiento») fue un ejercicio revelador.
La segunda formulación es específica, medible, basada en conocimiento previo (aunque no explícito en el ejemplo) y, crucialmente, falsable (si la reducción es solo del 5 %, o no hay reducción, la hipótesis se refuta).
El trío dinámico
Comprender la hipótesis me llevó a ver la relación simbiótica que tiene con la pregunta de investigación y los objetivos del estudio. No son elementos aislados, sino partes de un engranaje que debe funcionar en perfecta alineación estratégica.
La pregunta de investigación es el qué queremos saber. Es el interrogante que surge de la brecha en el conocimiento que identificamos en la revisión de literatura (p. ej. ¿es el tratamiento X más efectivo que el tratamiento estándar para el cáncer tipo Y en estadio Z?).
La hipótesis es nuestra predicción informada sobre la respuesta a esa pregunta, basada en la teoría y la evidencia disponible. Es el qué creemos que pasará (p. ej., el tratamiento X será más efectivo que el tratamiento estándar).
Los objetivos son el cómo vamos a responder la pregunta y poner a prueba la hipótesis. Son las acciones concretas que realizaremos (p. ej., evaluar la reducción del tamaño tumoral, comparar las tasas de supervivencia a 5 años, analizar los efectos secundarios, etc.).
En mi investigación en patología oncológica, esta alineación era crucial. Si mi pregunta era sobre el pronóstico de un subtipo tumoral específico, mi hipótesis predeciría algo sobre la supervivencia o la respuesta al tratamiento en ese subtipo, y mis objetivos se centrarían en medir esas variables en una cohorte de pacientes con ese tumor.
Mi comprensión inicial fragmentada —donde a veces mis objetivos no medían directamente lo que mi hipótesis predecía— se transformó en una visión integrada donde cada elemento reforzaba a los otros.
Técnicas para formular hipótesis sólidas
Formular hipótesis no es un acto de inspiración divina, sino un proceso que se aprende y perfecciona. Aquí algunas técnicas prácticas que me resultaron clave:
Derivar de marcos teóricos. Antes de formular tu hipótesis, sumergite en la literatura. ¿Qué dicen las teorías principales de tu campo? ¿Qué han encontrado estudios previos? Tu hipótesis debe ser una extensión lógica o una puesta a prueba de ese conocimiento.
Operacionalizar los conceptos. Identificá los conceptos clave en tu hipótesis (p. ej.: «efectividad», «calidad de vida», «rendimiento»). Definí cómo los vas a medir en tu estudio. Sé lo más específico posible.
Establecer relaciones claras. ¿Estás postulando una relación causal (A causa B), una asociación (A está relacionado con B), una diferencia (el grupo A es diferente del grupo B)? Usá verbos precisos que reflejen el tipo de relación que esperás encontrar.
Formular las hipótesis nula y alternativa. Aunque a veces solo se reporta la alternativa, pensar en la hipótesis nula —no hay efecto, no hay diferencia, no hay relación— y la alternativa —sí hay efecto, diferencia, relación— ayuda a estructurar el diseño del estudio y el análisis estadístico.
Evitar errores comunes. Cuidado con las hipótesis demasiado amplias o vagas, las que no se pueden medir, las que son circulares (siempre verdaderas por definición) o las que mezclan múltiples ideas a la vez. ¡Aprender de mis propios tropiezos fue fundamental!
La arquitectura de objetivos efectivos
Los objetivos son la hoja de ruta de tu investigación. Deben ser claros, concisos y, sobre todo, alcanzables.
General vs. específicos. El objetivo general es el gran propósito del estudio, alineado con la pregunta de investigación y la hipótesis principal. Los objetivos específicos son los pasos concretos y medibles que darás para alcanzar el objetivo general. Son las tareas que te permitirán poner a prueba tu hipótesis.
Precisión y mensurabilidad. Cada objetivo específico debe indicar claramente qué se va a hacer, con qué (variables), en quién (población) y, a menudo, cuándo o dónde. Deben ser medibles para que al final del estudio puedas decir objetivamente si lo lograste o no.
Coherencia y consistencia entre hipótesis y diseño: Tus objetivos deben estar directamente vinculados a tu hipótesis y ser factibles con el diseño metodológico que elegiste. Si tu hipótesis predice una diferencia entre dos grupos, tus objetivos deben incluir la comparación de variables clave entre esos grupos.
Adaptación metodológica. La forma de redactar los objetivos puede variar ligeramente si tu enfoque es cuantitativo, cualitativo o mixto, pero el principio de ser claros y alcanzables se mantiene.
La predicción como corazón de la ciencia
Aquel día en la oficina de mi primer mentor fue un punto de inflexión. Me indicó que la ciencia no avanza con «esperanzas», sino con predicciones rigurosas que estamos dispuestos a poner a prueba.
La verdadera fortaleza del método científico radica en nuestra capacidad para formular esas predicciones con la mayor precisión posible y luego diseñar estudios que puedan, de manera imparcial, confirmarlas o refutarlas.
Te invito a mirar tus propias hipótesis y objetivos.
¿Son verdaderas predicciones basadas en la evidencia y teoría?
¿Son lo suficientemente específicas como para ser medidas y, crucialmente, refutadas?
En la precisión con que construimos esta arquitectura fundamental de nuestra investigación, reside gran parte de su poder transformador y su capacidad para contribuir genuinamente a la «biblioteca» del conocimiento.
Para cerrar esta reflexión, te exhorto a que actúes hoy mismo.
Revisá tus proyectos actuales y futuros con un ojo crítico y comprometido. Asegurate de que cada hipótesis que formulás esté sólidamente anclada en la evidencia y la teoría existente.
Desafiáte a vos mismo a diseñar experimentos que no solo busquen confirmar tus expectativas, sino que también estén abiertos a refutarlas.
Al hacerlo, no solo vas a estar fortaleciendo la integridad de tu trabajo, sino que también vas a estar contribuyendo de manera significativa al avance del conocimiento científico.
Recordá, la ciencia es un viaje de descubrimiento continuo, y cada predicción precisa que hacés es un paso más hacia un entendimiento más profundo y verdadero del mundo que nos rodea.
Y si te sentís estancado, dejame tu duda en los comentarios, y así aprendemos todos juntos.